viernes, 22 de agosto de 2008


Miss Bell para rato

“Danza es formol”, se dice entre los bailarines. Y Amelia Angela Bell Feeley fue un claro ejemplo de ello, pues a los cien años se le vio entera pisar el Foro de Arte y Cultura para recibir un homenaje en 2005.

Aún más, diez años atrás tuvo la desfachatez de bailar como una quinceañera. Ya se había despedido de la danza varias veces –aunque gente como ella podrá dejar de bailar pero nunca dejar la danza porque existen tantas formas de abordarla como la creatividad lo permite—, pero en 1995, a los 90 años, se despidió bailando una pieza de tap en el escenario del teatro Degollado con tal vitalidad que arrancó ovaciones al público.

Miss Bell dio las primeras clases de ballet clásico de que se tiene noticia en esta ciudad. Según el grupo Tenamaztli A.C., fue alrededor 1934 en el hotel Francés cuando una mujer le rogó a Miss Bell que le diera clases a su hija. “Yo le dije que no, porque yo era artista no maestra, pero la señora me insistió tanto que me convenció”, dijo en una entrevista, y así fue como Ivonne Nap se convirtió en su primera alumna, por lo tanto en la presunta primera alumna de ballet de Guadalajara.

Amelia y su familia circense vivían en el hotel Francés, pues se encontraban dando temporada en el teatro Degollado. Así que la recién estrenada maestra de baile pidió permiso al dueño del hotel de hacer las clases en el lobby. Pero luego llegó otra alumna, y otra y otra, hasta que el lobby lucía lleno y el dueño del hotel le recordó lo que más claro no podía ser: “esto es un hotel, no una academia de baile”.

Miss Bell buscó un local céntrico y allí abrió su academia de ballet, donde tiempo después impartió danza folclórica mexicana, bailes internacionales y tap. Desde entonces su sorpresiva carrera como docente la llevó a preparar niñas y muchachas para la danza. Y aunque no tuvo hijos, Miss Bell dejó una gran descendencia de bailarinas.

En 1935 presenta el primer festival infantil de danza Los sueños de un niño con su nutrido grupo de alumnas. Los 40 años siguientes realiza estos festivales sin parar, la mayoría de ellos a beneficio de obras de noble causa y con unas 150 niñas en escena. Siempre en el teatro Degollado. En las vacaciones Amelia Angela Bell escribe los cuentos que luego llevará a escena y diseña su propia escenografía y sus vestuarios.

Pero no sólo es miss de academia, también da clases en 40 de los mejores colegios de Guadalajara, de danza y cultura física y se convierte, junto con Miss Cuca en el sueño de la profesora de danza que toda niña tapatía. En 1946 se convierte en profesora de danza en el Departamento de Bellas Artes de Jalisco.

La dinastía Bell

Miss Amelia Bell proviene de una familia circense. Todo comenzó con el mimo James Bell, su abuelo escocés que se casó con la francesa Emilia Guest y procreó con ella a Ricardo Bell que se convirtió en un destacado clwon. Don Ricardo vino a México en 1889 con todo y su trouppe para integrarse al circo Orrín.
Ricardo Bell, siendo ya un payaso y acróbata destacado en México se casó con Francisca Peyres, con quien tuvo 13 hijos y con su descendencia llegó a tener su propio circo: el famoso Circo Bell. El primogénito, también Ricardo, viajó a Nueva York en busca de nuevos espectáculos y allá se casó con Amelia Feeley, estrella del Ringling Brothers Circus, de quienes nació, segunda de dos hermanas, Miss Amelia Bell.
Durante la revolución mexicana, Ricardo Bell se llevó a su familia a Estados Unidos, planeando regresar a México, su patria adoptiva, en cuanto terminara la guerra. Pero nunca se imaginó que los revolucionarios tomarían por asalto los vagones del ferrocarril que transportaban al Circo Bell entero, robando todo.
Luego de no pocos abatares, la familia circense regresa a Guadalajara y decide quedarse a vivir en la Perla tapatía que gozaba de un clima excepcional. En 1923 los Bell adquirieron una hermosa casa en la esquina de Vallarta y Chapultepec, en la colonia Americana y Amelia estudia en el colegio teresiano.
Durante toda su etapa formativa, Amelia Bell tuvo los mejores maestros de baile en Estados Unidos y Sudamérica, de hecho comenzó con la danza en Nueva York a los cuatro años, más tarde siguió con violín y canto.
Dijo Miss Bell alguna vez que nunca añoró una vida infantil más convencional, con amigos y juegos, puesto que no conoció otra vida más que la del circo: de niña no tuvo amigos fuera de su entorno familiar, que era el de la empresa del circo. “Yo no conocía otra forma de vida mas que la que tuve yo, así que no fue difícil para mí, porque tampoco tuve amigas ni conocí otras niñas”, dice con sonrisa en la boca.
En 1974 tuvo una fractura de rodilla y cerró su academia presentando el montaje Los sueños de Rosalía. Pero se recuperó y comenzó a dar clases de nuevo, pero esta vez no a niñas sino a señoras mayores y en 1983 el gobierno estatal la invitó a integrarse como profesora de danza al Centro Jalisciense de Atención al Anciano del DIF, donde dirigió el grupo Años de oro hasta 2002, que fue cuando se retiró de manera definitiva.
Miss Bell dejó el mundo de los vivos a los 101 años de edad, pero ha dejado también su legado. Sus restos descansan ya en el panteón de Mezquitán, pero su herencia perdura entre las nuevas generaciones de bailarinas y bailarines que han preparado las diferentes academias en la ciudad.

Angélica Íñiguez

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